15/7/10

Todo pasa y todo queda

Gracias a las nuevas tecnologías tenemos en nuestras manos una gran cantidad de información sobre los temas más variopintos, podemos trasladarnos desde el Paleolítico hasta nuestros días, desde Pekín a Madrid, desde la realidad a la ficción y también pueden permitirnos observar las cosas más cotidianas desde otro ángulo totalmente diferente. Esto me ha sucedido hoy, por ejemplo, con el paso del tiempo, tema super trillado en toda la literatura pero que nunca había visto de forma tan clara e impactante (por algo dicen que una imagen vale más que mil palabras…).

Supongo que alguna vez todos nos hemos desesperado en su espera, nos hemos obsesionado con detener su paso e incluso los más veteranos se habrán angustiado con su vertiginosa fugacidad. Nos somete de forma subjetiva según se goce o se sufra mientras cabalga imparable hacia su destino y eso a veces crea cierta sensación de desamparo. Pero no nos desesperemos, y mucho menos a estas edades, que ya tendremos tiempo para señales de alarma más adelante. Ahora lo conveniente es aceptarlo como una oportunidad para alcanzar las metas que día a día vamos reinventando y dejar de sentirlo un enemigo poderoso para convertirlo en nuestro mejor aliado.

Y un ejemplo de esa sensación de continuo devenir, para bien o para mal, son estos vídeos, ya que la reflejan perfectamente y de forma muy sencilla, tanto en la gran ciudad como en el campo. La técnica utilizada es la del llamado “time-lapse”, es decir, una secuencia de vídeo acelerada (o lo que todos hemos hecho alguna vez cuando rebobinábamos una cinta de vídeo xDD).

Aquí os los dejo, y muy atentos a la música del primer vídeo!



4/7/10

Soledad física

El verano ya llegó ya llegó ya llegó y la fiesta comenzó comenzó comenzó, el verano ya está aquí, llénalo de colores, de sueños y de amor... Algo así rezan todas las canciones y anuncios veraniegos: vacaciones, alegría, amigos y mucho tiempo libre. El problema está cuando tienes dos meses de vacaciones y no tienes nada que hacer, ni en el pueblo ni en la ciudad.

Es ahora cuando te das cuenta de que son muchos días y pocas las cosas que pueden llenarte o, por lo menos, entretenerte. Están los amigos, pero éstos son escasos y aunque puedes verlos una o dos veces a la semana el resto de los días solo estás tú (y tu madre). Visto lo visto empiezas a cultivar aficiones a la fuerza... ¿Pero qué aficiones? Tienes una pila de libros por leer y películas por ver y les metes mano, pero no solo de libros y películas vive el hombre, se necesita movimiento. Coges las deportivas que llevan un año guardadas en el armario y sales a correr un poco, pero muy poco porque como no tienes hábito (ni idea de cómo correr bien) te cansas enseguida y a la media hora ya estás en casa repanchingado en el sofá y de ahí a la nevera, de la nevera al ordenador (a no hacer nada interesante) y del ordenador a la cama, mañana será otro día y encontraré algo más motivador en lo que emplear mi tiempo y energías.

Esta vez no es la soledad que relatan los poetas, la soledad de estar solo teniendo a mucha gente, no. Es una soledad totalmente física que a veces te lleva a pensar que quizás tenga relación con el otro tipo de soledad. Por lo menos durante el curso veías a tus compañeros todos los días. Pocos de ellos calmaban la sensación de vacío interior, pero es evidente que todos calmaban la sensación de soledad física, aunque solo cruzaran un hola y adiós contigo. No pasa lo mismo en el pueblo, allí la soledad física es imposible: solo tienes que salir a la calle y te cruzas con alguien conocido. Otra cosa es que no te sientas a gusto...

¿Y dónde me siento yo a gusto? Pues en los pocos ratos de recreo en la gran ciudad, como ayer en la Gran Vía de risas y “en un polo de lima limón de marca conocida”. Mientras espero a repetir, estoy aquí sola y aburrida... Muy sola y muy aburrida.