20/7/12

Estratosférico

Desde unos pocos años después de que se me cayeran los dientes de leche (y alguno no tan de leche =P), allá por las 13 primaveras, siempre me creí muy madura. De hecho casi puedo afirmar con seguridad que lo era mucho más que el resto de gente que me rodeaba. Determinadas circunstancias de la vida me llevaron a ello y, pese a todo, era algo que me gustaba, sobre todo cuando alguien reparaba en aquel detalle.

No puedo negar que esto que os cuento me ayudó para crear vínculos estrechos con algunas personas y que gracias a ello pude seguir aprendiendo de los filosofillos que conversaban conmigo. Era mi estrategia social. Me gustaba asombrar a las personas con mi discurso inusualmente elocuente y sensato porque en cierta medida se quedaban enganchadas y pedían a gritos una dosis más de esa racionalidad que yo guardaba y no dudaba en exponer al público.

Con el tiempo estas conversaciones han pasado a ser menos frecuentes. Quizás porque aquellas personas cercanas ya me conocen lo suficientemente bien como para no sorprenderse ya de mi palabrerío. O quizás porque ahora me he vuelto más selectiva y ya no siento esa necesidad que tenía antes de desahogarme a cualquier precio y con cualquier persona. Pero creo que la razón última es que, hasta cierto punto, no era una madurez natural.

Es cierto que aprendí mucho (y de golpe) de la vida en esa época, pero probablemente quise forzar esa madurez aún más por esos beneficios sociales que traía consigo.

Me gustaba destacar por ser aquella jovencita que se negaba a probar el alcohol, rechazar a todos los chicos y escuchar una música completamente diferente. Es decir, me gustaba hacer todo lo contrario a lo que la gente de mi edad hacía: emborracharse, liarse con el primero que pasaba por el lugar y escuchar reggaetón. Al fin y al cabo todos necesitamos ser diferentes a los demás, pero ahora comprendo que también necesitamos ser un poco iguales…

Hoy ya no encuentro tantos contrastes entre los demás y yo. En el fondo siempre queda el gusanillo de vivir la vida sin pararse a reflexionar en cada paso para no perder la cordura… Y puede que incluso se disfrute más así =P

Copia de yop

 

PD: Y a pesar de lo dicho continúo con mi blog, porque quien tuvo retuvo!!

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Eso que asoma por detrás de tu cabeza, ¿es una bombilla?

¡No te pierdas, Paula! Que las explicaciones ad hoc nunca tienen garantía.

Paula dijo...

Es una farola de la Plaza de Espña de Roma!! jajaja

Anónimo dijo...

¡Roma! Ma che buona vita! Yo me voy a Bologna de Erasmus, me hincharé a carne picada muahaha xD

erMoya dijo...

Espero al menos que no te pasara como a mí.

Yo también fue más maduro de lo que me correspondía, aunque no por discurso o raciocinio, sino que por h o por b me vi siempre cargado con más responsabilidades de las que me correspondían por edad.

Ahora, a la vuelta de los años, veo mis infantiladas actuales y me quedo con la extraña sensación de que todo tiene su momento y lugar, y que yo estoy viviendo a destiempo.

:/

Paula dijo...

Exactamente es esa sensación: la de vivir a destiempo y ver un retroceso hacia el tiempo perdido.

Cimmerio dijo...

Todo aquel que reflexiona sobre sí mismo,y su entorno,el tiempo que le ha tocado vivir parece no ser el más adecuado,ni para él mismo,ni siquiera para la gente de su entorno ..
por suerte o desgracia no tenemos otro,o si...