Sin embargo mi mente es más veloz que mis manos pulsando teclas o dibujando sobre el papel y nunca llego a dar un reflejo lo suficientemente fiel de mi pequeño mundo interior. En ese viaje de la mente al papel se pierden muchos matices importantes, como quien de un vaso lleno a rebosar intenta traspasar el contenido a otro recipiente mucho más reducido; en este caso reducido por el lenguaje. Y es que el lenguaje no siempre permite abarcar otras dimensiones más escurridizas como son las emociones y pensamientos implícitos asociados, lo que hace que siempre haya algo inédito que queda recluido en nuestra mente. [Detalle que considero importante en el ejercicio de la Psicología]
Pero no solo me encuentro con la limitación de extrapolar de manera fidedigna los contenidos ideales al lenguaje oral o escrito, sino que cuando lo intento se transforman profundamente, me llevan por caminos totalmente distintos e insospechados, pero no por ello menos válidos.
Se transforman porque se elaboran, cambian su estructura y contenido dando paso a nuevas preguntas por resolver, de manera que bien podría ser un proceso eterno.
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