Y al mirarte a los ojos se me rompen todos los esquemas. Tu mirada impecable me sobrecoge y me siento culpable por dudar de ella. No soy capaz de menospreciar algo tan precioso como tú y, por fortuna, siempre vuelvo a caer en la dulce tentación…
Porque es lo más precioso del mundo compartir una parte de mi vida contigo, acariciar tu piel y bailar haciendo el tonto bajo la luna. Pero quizás no debería parecerme así… ¿Por qué me lo parece entonces? ¿Qué está pasando? ¿Eso es bueno o malo sentirlo?
Son esta clase de preguntas las causantes de la incertidumbre en mis ratos de soledad. En cambio, desde el momento en el que te puse a ti y a la incertidumbre en la misma balanza desapareció la segunda. Espero que así continúe, eres mi más mejor amigo y compañero, mi confidente y me siento torpe al ponerlo en tela de juicio.
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