Está bien claro, cada uno mira por su interés y nada más. Si no le viene bien a mi ego, ¿por qué lo voy a hacer? ¿por los demás? Que se sacrifiquen ellos por mí, faltaría más. Y es así como pensamos en muchas ocasiones, de una manera que puede ser más o menos explícita, pero siempre alegando algún argumento frágil como el cristal que, sin embargo, defendemos con uñas y dientes como la verdad universal. De manera que es un círculo vicioso: hoy tú no lo haces por mí y mañana yo no lo hago por ti… Alimentando la ira y mermando relaciones de manera inútil.
Qué tristeza de egoísmo… Sería más sencillo hacer la vida más fácil a nuestros seres queridos siempre que tuviéramos ocasión, aunque nos suponga un poco de esfuerzo. Sería darle la vuelta al paradigma y en vez de “hoy tú no lo haces por mí y mañana yo no lo hago por ti” practicar un “hoy lo haces por mí y mañana yo lo hago por ti”. ¿Podría esto último llamarse también egoísmo? Pues probablemente sí, pero, desde luego, un egoísmo más sano y más útil.
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