29/8/13

Mi todo

Él es mi niño, mi amor, mi cosita, mi todo. En sus brazos trazamos estrechos lazos; su boca siempre me provoca y la mía la suya toca; en mi mente, simplemente, él es algo permanente.

Es tan fuerte lo que siento que no me entenderéis: mi vida ya ha merecido la pena por estar junto a él, tan feliz a su lado. Pero no conforme con eso, cada instante me demuestra que no puede haber nada ni nadie mejor, que la complicidad que tenemos solo puede significar que estamos hechos el uno para el otro.

Tenemos un compromiso y junto a él significa felicidad. Creo que se debe a que es un compromiso sincero y natural que surge del amor y no se reduce solo a la fidelidad. Es un compromiso integral con todos nuestros valores y el Valor de todo esto es incalculable.

No puedo decir mucho más sobre él, todo lo que pueda decir yo, por bueno que sea, no hará más que menospreciarle, porque es el mejor chico del planeta entero y no tengo “te quieros” suficientes para demostrarle lo importante que es para mí.

23/8/13

Sobre Discotetas o Disco-tk

Tengo un serio problema, debería ir a hacérmelo mirar urgentemente… Eso es lo que piensa el 90% de la gente cuando les digo que no me gustan las discotecas o sucedáneos que reúnan las condiciones de: noche, antro oscuro, música (o incluso pseudomúsica) alta, falta de sillas y mesas, alcohol y todo lo que de ello deriva…

Si vamos analizando cada uno de estos factores, puedo comenzar diciendo que me considero amante del buen dormir. Debe ser que soy rara, pero a ciertas horas de la madrugada me empieza a entrar sueño a no ser que haya tenido que recurrir a la cafeína o me lo esté pasando estupendamente bien; cosa infrecuente, o más bien inexistente, en las citadas discotecas/garitos.

No llego a comprender esa fijación por querer salir de noche siempre… Noche, noche, noche... Se me antoja cruelmente repetitivo y rutinario. ¿Qué de malo tiene la tarde? Para mí, es algo mucho más natural, menos forzado. Yo barajo la hipótesis de que algunas personas de mi edad prefieren salir de noche aunque no les guste el ambiente en sí porque es algo más de “mayores”, de “guays”. Es como si siguieran en esa etapa en la que había que hacer méritos para parecer (y solo parecer) adultos.

En relación con mi poca simpatía hacia la noche se encuentra también mi disgusto hacia la oscuridad en sí. Me parece triste y aburrida, como los locales de los que os hablo. Los turistas vienen a España en busca de sol y aquí se huye de él… Desde luego, el mundo al revés.

Otro aspecto complejo es la música, si es que se diera el caso de poder llamarse así. Seamos positivos e imaginemos que sí, que vamos a una discoteca o garito de rock, por ejemplo.

La verdad es que en esa situación me sigue sin atraer en exceso la idea, aunque algo mejora. Sin embargo, no toda la música que me gusta oír en mi casa me gusta oírla en esos lugares, como es el caso del Metal. Pasar más de una hora en un lugar de esos con “gritantes” es realmente agotador e insufrible.

No hablemos ya del volumen de la música… La mejor canción de la historia se puede convertir en un dolor de cabeza en un abrir y cerrar de ojos. Para colmo, te impide hablar y escuchar a los demás, por lo que, o bailas, o has de quedarte como un monigote parado en mitad de la pista sin hacer NADA. Y, como habréis podido imaginar ya a estas alturas, a mí ni me gusta ni sé bailar, por lo que me quedo como triste monigota observando cómo los demás hacen el tonto y se van etilizando poco a poco.

En esa situación en la que has de pasar horas de pie sin hacer nada interesante se te empieza a cansar todo el cuerpo, sumado al sueño que ya tenías. Así que deseas un lugar, por pequeño que sea, para poder sentarte… Pero no existe. Solo hay 3 o 4 sofás que están permanentemente ocupados y si debido a un milagro estuvieran libres y se te pasa por la cabeza acomodarte allí, al instante oirás una voz de los de tu grupo diciendo: “Venga hombre, no te sientes, baila! No seas sosa!”. Entonces te toca forzar una sonrisa y levantarte a fingir que la disco es lo más, solo por no oírlos, porque la verdad es que ese tipo de gente suele ser bastante insistente, rozando lo irritante.

Y claro, yo tampoco bebo y la gente allí se pone pedo como Alfredo, lo que abre aún más la brecha entre los “fiesteros” y yo. Suele ocurrir que los borrachos se ríen de todo y por todo y ya por eso la gente lo asocia a diversión, pero realmente es de lo más patético que puede existir. Además, al día siguiente ya no recordarán esa “gran noche”, aunque la verdad que casi mejor así, porque si las recordaran más de uno se moriría de la vergüenza, o del asco.

Y, por último, pero no por ello menos importante, comentar lo perpleja que me deja el comportamiento de la masa en esos lugares. De vez en cuando se pueden encontrar chicas y chicos normales, pero no es lo habitual.

Lo más habitual es ver minifaldas intencionadas, tacones y escotes de infarto que son perseguidos por una manada de babosos. Lo peor y lo más trágico de todo es que algunas hasta tendrán la esperanza de encontrar en ese antro a su príncipe azul y se pensarán que su éxito social allí tiene algo que ver con su verdadera forma de ser… Muchas necesitan sentirse admiradas a cualquier precio, y lo pagan de la manera más rastrera posible, vaya si lo pagan. En cuanto a ellos, también se arrastran vilmente, esta vez en forma de invitaciones alcohólicas a sus presas esperando que así piquen en su triste, penoso y repugnante anzuelo.

Con este panorama creo que no solo a los borrachos les entran las ganas de vomitar, porque a mí, desde luego, se me revuelven las tripas de ver semejante espectáculo, que en términos modernos se denomina “desfase”.

En fin, podría explayarme mucho más e incluso escribir un libro sobre el absurdo de las discotetas, pero preferiría hacerlo sobre otra cosa.

Y no me vayan a decir ustedes eso de: “si no te gusta no vayas”, pues no suelo ir casi nunca, pero a veces, como mañana por la noche, hay que dar el brazo a torcer por los amigos ;)