27/11/12

No eres tú, soy yo (Viktor Frankl)

¿Quién te hace sufrir? ¿Quién te rompe el corazón? ¿Quién te lastima? ¿Quién te roba la felicidad o te quita la tranquilidad? ¿Quién controla tu vida?...

¿Tus padres? ¿Tu pareja? ¿Un antiguo amor? ¿Tu
suegra? ¿Tu jefe?...


Podrías armar toda una lista de sospechosos o culpables.
Probablemente sea lo más fácil. De hecho sólo es cuestión de pensar un poco e ir nombrando a todas aquellas personas que no te han dado lo que te mereces, te han tratado mal o simplemente se han ido de tu vida, dejándote un profundo dolor que hasta el día de hoy no entiendes.

Pero ¿sabes? No necesitas buscar nombres. La respuesta es más sencilla de lo que parece, y es que nadie te hace sufrir, te rompe el corazón, te daña o te quita la paz.

Nadie tiene la capacidad al menos que tú le permitas, le abras la puerta y le entregues el control de tu vida.

Llegar a pensar con ese nivel de conciencia puede ser un gran reto, pero no es tan complicado como parece. Se vuelve mucho más sencillo cuando comprendemos que lo que está en juego es nuestra propia felicidad. Y definitivamente el peor lugar para colocarla es en la mente del otro, en sus pensamientos, comentarios o decisiones.

Cada día estoy más convencido de que el hombre sufre no por lo que le pasa, sino por lo que interpreta.

Muchas veces sufrimos por tratar de darle respuesta a preguntas que taladran nuestra mente como: ¿Por qué no me llamó? ¿No piensa buscarme? ¿Por qué no me dijo lo que yo quería escuchar? ¿Por qué hizo lo que más me molesta? ¿Por qué se me quedó viendo feo? y muchas otras que por razones de espacio voy a omitir.
No se sufre por la acción de la otra persona, sino por lo que sentimos, pensamos e interpretamos de lo que hizo, por consecuencia directa de haberle dado el control a alguien ajeno a nosotros.

Si lo quisieras ver de forma más gráfica, es como si nos estuviéramos haciendo vudú voluntariamente, clavándonos las agujas cada vez que un tercero hace o deja de hacer algo que nos incomoda.

Lo más curioso e injusto del asunto es que la gran mayoría de las personas que nos "lastimaron", siguen sus vidas como si nada hubiera pasado; algunas inclusive ni se llegan a enterar de todo el teatro que estás viviendo en tu mente.
Un claro ejemplo de la enorme dependencia que podemos llegar a tener con otra persona es cuando hace algunos años alguien me dijo:

"Necesito que Pedro me diga que me quiere aunque yo sepa que es mentira. Sólo quiero escucharlo de su boca y que me visite de vez en cuando aunque yo sé que tiene otra familia; te lo prometo que ya con eso puedo ser feliz y me conformo pero si no lo hace... siento que me muero".


¡Wow! Yo me quedé de a cuatro ¿Realmente esa será la auténtica felicidad? ¿No será un martirio constante que alguien se la pase decidiendo nuestro estado de ánimo y bienestar? Querer obligar a otra persona a sentir lo que no siente... ¿no será un calvario voluntario para nosotros?

No podemos pasarnos la vida cediendo el poder a alguien más, porque terminamos dependiendo de elecciones de otros, convertidos en marionetas de sus pensamientos y acciones.
Las frases que normalmente se dicen los enamorados como: "Mi amor, me haces tan feliz", "Sin ti me muero", "No puedo pasar la vida sin ti", son completamente irreales y falsas.

No porque esté en contra del amor, al contrario, me considero una persona bastante apasionada y romántica, sino porque realmente ninguna otra persona (hasta donde yo tengo entendido) tiene la capacidad de entrar en tu mente, modificar tus procesos bioquímicos y hacerte feliz o hacer que tu corazón deje de latir.
Definitivamente nadie puede decidir por nosotros.

Nadie puede obligarnos a sentir o a hacer algo que no queremos, tenemos que vivir en libertad.

No podemos estar donde no nos necesiten ni donde no quieran nuestra compañía. No podemos entregar el control de nuestra existencia, para que otros escriban nuestra historia. Tal vez tampoco podamos controlar lo que pasa, pero sí decidir cómo reaccionar e interpretar aquello que nos sucede.

La siguiente vez que pienses que alguien te lastima, te hace sufrir o controla tu vida, recuerda: no es él, no es ella... ERES TÚ quien lo permite y está en tus manos volver a recuperar el control.

"Al hombre se le puede arrebatar todo, salvo una cosa: La última de las libertades humanas: la elección de la actitud personal que debe adoptar frente al destino para decidir su propio camino"

25/11/12

Elección

Intentamos la mayoría de las veces buscar la estabilidad de nuestros caminos, pero nunca son eternos. Los caminos no son constantes, dependen de mil situaciones internas y externas que a veces escapan incluso a nuestro control.

Si decides seguir a otra persona en su camino con la idea de permanecer juntos en él con la seguridad y el respaldo que en un principio eso aporta, lo más seguro es que las probabilidades de inestabilidad aumenten, por el simple hecho de que se juntan las tuyas más las de la otra persona. Además, si el compañero abandona tú te sentirás, no solo abandonado, sino también perdido en un camino que tú no escogiste y en el que entraste por simple inercia.

Por eso a mí me aporta más seguridad inventar mi propio recorrido, que será correcto o incorrecto, pero que yo misma he elegido y en el que yo he asumido todos los riesgos si me equivoco. Si bien es cierto que ningún camino queda exento del todo de la influencia que otros han ejercido sobre nosotros al tomar esa peculiar decisión.

Sea como sea, creo que lo más importante no es saber por qué escogiste en su momento esa opción, sino por qué continúas en ella. Y que el motivo dependa únicamente de ti, o al menos en su mayor parte.

caminos cruzados

3/11/12

Madrid Arena, panic attack.

Es innegable que lo ocurrido el otro día en el Madrid Arena se pudo haber evitado no llenando el aforo de esa manera, distribuyendo mejor la colocación de los asistentes, abriendo las salidas de emergencias que se encontraban bloqueadas, contratando más personal de seguridad, etc.

Sin embargo, lo que a mí me llama la atención es el hecho (psicológico) de que se produzcan estampidas humanas… A veces en eventos multitudinarios de repente cunde el pánico de manera generalizada y todos los asistentes sienten la necesidad de escapar, cuando en realidad todo sigue su transcurso habitual.

Muchas veces esto ocurre porque se extiende el rumor de que algo malo va a pasar y la gente actúa en consecuencia para salvar su vida. En este caso, algunas declaraciones de los asistentes nos indican que los allí presentes, al oír el ruido de las bengalas, llegaron a pensar que se trataba de una bomba y, como es natural, comenzaron su huida.

Esa huida desesperada por salvar la propia vida (cuando en principio no corría peligro) es justamente la que termina con ella. La principal causa del efecto letal de las estampidas es que, cuando se realiza presión en una dirección, la fuerza de empuje de cada persona se va sumando a las demás de modo que las personas que están al final, en caso de no tener escapatoria, sufren un empuje colosal. Se convierte en insoportable para el ser humano cuando los que están al final apenas pueden hacer algo tan sencillo como expandir los pulmones para tomar aire. No hay ni siquiera lugar para ese pequeño movimiento, no hay aire.

Estos estados de pánico generalizado se han dado en más eventos de este tipo y, además, guardan una tremenda similitud con el pánico a nivel económico que puede producirse en los mercados y que hace que la gente guarde sus billetes bajo el colchón consiguiendo así únicamente empeorar la situación.

Por ejemplo, otro evento en el que cundió el pánico de manera colectiva fue la fiesta New’s Divine (México, 2008). Todo fue debido a que el DJ interrumpió la música para anunciar que la policía iba a llevar a cabo una redada antidroga y que no se resistieran. La gente al oír esto, intentó huir despavorida, dejando 12 muertos tras de sí.

Otro caso psicológicamente curioso y que a mí me llama la atención fue el ocurrido en la Fiesta del Agua (Camboya, 2010). Miles de personas trataron de atravesar un puente. En determinado momento, la multitud taponó el puente y apenas se podía circular. Entonces comenzó lo peor: se vio a unas personas pasar por encima de otros. También se extendió el rumor de que el puente no iba a aguantar. La masa, llena de pánico, comenzó a empujar y a tratar de escapar. Murieron 347 personas. Fue la mayor tragedia en Camboya desde la guerra.

Obviamente el puente finalmente no cedió ni se encontraron muestras de deterioro, era un miedo irracional que se cobró la vida de 300 personas. Lo cual no quiere decir que en algunas ocasiones el miedo y la huida estén justificadas, como pasa en casos de incendios como el de Alcalá 20 en Madrid, que los españoles de más edad recordarán y en el que murieron 80 personas que no pudieron escapar, presas del fuego y las llamas.

En conclusión, a veces este tipo de estampidas son producidas por un temor psicológico generalizado entre los asistentes que unas veces tiene fundamento y otras no tanto. Podríamos decir que se producen ataques de pánico comunitarios con consecuencias realmente devastadoras. A vista de todo esto, creo que sería interesante profundizar en la investigación en este campo para comprender mejor las causas y cómo se pueden prevenir con un protocolo más adecuado y por qué no, con algún que otro psicólogo de por medio.

arena