Oídos, ojos y boca abiertos. Mente cerrada. Dejarse llevar por la corriente es el paradigma de aquel que se niega a construir su propio destino: algo fácil y sin crédito.
Vislumbrar posibles alternativas sin cerrar puertas es el primer paso hacia el abandono de la heteronomía. Creo que esta transición es bastante difícil si el abanico de opciones pasa inadvertido ante nuestros ojos, pero si alguna vez hemos llegado a sentir su presencia, la decisión es solo nuestra.
Una vez aquí podemos arriesgarnos a vivir... ¿Quién se arriesga?
3 comentarios:
Yo no me arriesgo. Estoy muerto.
Pero, sin embargo, estás vivo para leer esto...
Será que tan de mañana tengo la mente embotada. O quizá es que no puedo dejar de pensar en el examen del viernes. Sea como sea no estoy seguro de entender este post.
Ahora bien, eso de arriesgarse a vivir, de fabricarse tu propio destino, puede ser entendido de muchas formas, y en algunas de ellas, un fracaso implica verte viviendo bajo un puente.
En otras interpretaciones no tan duras, que por supuesto no forman el conjunto absoluto con las anteriores, podría decir que llevo ya algunos años arriesgándome, y el resultado es que siembras mucho y recoges muy poco. En comparación, el rendimiento que obtienen los que se dejan llevar es mucho mejor.
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