Continuamente nos perdemos en la inmensidad de nuestro amor entre besos, abrazos y palabras bonitas que solo desembocan en una mayor atracción pasional. Contigo me siento atrapada en una felicidad para muchos ininteligible, pero para mí bien tangible cuando acaricio tu delicado cuerpo o, simplemente, cuando me miras. De todo esto, las estrellas son nuestro mejor testigo: ellas saben que es posible, nadie más.
Desde que te conocí, la sonrisa en mi boca al verte es una constante y te prometo que jamás dejará de serlo. Eres tú y solo tú aquel con el que nada es azaroso, con el que me siento no solo comprendida, sino también reflejada como si de un espejo se tratase: esa simetría tan pura entre lo que piensas y lo que pienso, lo que sientes y lo que siento. Todavía nos queda una gran trayectoria que recorrer, pero ten por seguro que ya en ningún caso la completaremos a solas.