Confías en que las personas que se hacen llamar amigos estén en las buenas para reirse y divertirse contigo, pero también en las malas para ayudarte a ver de manera más objetiva los problemas que van surgiendo y de ese modo poder encontrar soluciones y resulta que, en vez de eso, en las malas echan a volar para estar con otros nuevos “amigos” (que casualmente están en un buen momento), para pasarlo bien con ellos y olvidarse de todas las movidas chungas de los demás. Pero todo eso es efímero, en cuanto uno de los dos atraviese un mal momento (porque más tarde o más temprano lo atravesarán, como todo el mundo) ya no volverán a saber más el uno del otro, la diversión se acabará e intentarán volver a retomar las antiguas amistades, pero se toparán con un gran problema: nadie desea tener amigos I-N-T-E-R-E-S-A-D-O-S.
Con un poco de suerte, si el antiguo amigo se siente demasiado solo puede que no encuentre el valor suficiente para rechazar la compañía del que va y viene en función de lo que le conviene y acaba aceptando tener "amiguetes" interesados, ya que parece ser que la mayoría de la gente funciona así. Pero esto pasa factura y poco a poco llega a colmar la paciencia del mismísmo Santo Job, por lo que se necesitan grandes dosis de valor y coraje para llegar a la conclusión de que “más vale solo que mal acompañado”.
En mi caso, mi paciencia está bajo mínimos, a punto de agotarse, pero reconozco que tomar esa decisión es mucho más difícil de lo que a simple vista parece, por eso me parece admirable que algunas personas hayan sido capaces de plantar cara al problema de esa manera. Quién sabe, a lo mejor la siguiente soy yo...
